CIENCIAS AGRARIAS, DE INGENIERÍA Y MATERIALES

Ruidos que enferman

Investigadores del CONICET NOA Sur proponen estrategias sustentables para mitigar la contaminación sonora en las ciudades.


Contaminación sonora y su relación con la salud
Grupo de Hábitat Sustentable y Sustentabilidad
Medición Acústica

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el nivel de ruido para garantizar una buena salud y bienestar no debe superar los 65 decibeles (dBA). ¿Cómo establecer ese límite de manera práctica? ¿Cómo es la realidad en nuestra ciudad? ¿Qué estrategias ayudan a que podamos habitar en una ciudad con calidad acústica?

Beatriz Garzón, investigadora independiente del CONICET NOA Sur y directora del Grupo de Hábitat Sustentable y Saludable (GhabSS), ejemplifica: 65 dBA equivalen al sonido que produce un grupo de personas conversando en voz muy alta, el  que se percibe en un restaurante abarrotado sin tratamiento acústico, o el que genera un teléfono sonando cerca del oído. Y señala que, si la exposición es superior a 70 dBA durante un período prolongado, puede producir –a escala individual- daños en el oído graves e irreversibles.

Pero además la cuestión tiene implicaciones sociales, legales, económicas, educativas y sanitarias, entre otras. “Generar y vivir en un hábitat con confort acústico es un derecho, y conlleva una obligación: que no sea ruidoso, es decir, que sea saludable y sustentable, es tarea de toda comunidad”, reflexiona Garzón, y asegura que la contaminación sonora se relaciona estrechamente con la sustentabilidad y la salubridad de las ciudades, pues constituye uno de los factores que deterioran la calidad ambiental, la habitabilidad, la salud y la productividad de sus habitantes.

"Nuestras mediciones acústicas indican que, en horario ‘pico’, el área céntrica de San Miguel de Tucumán soporta sonidos de entre 90 y 100 dBA. La ciudad es muy agresiva para el oído humano: el ruido de bocinas, motores, música y gritos configura el entorno de quienes viven y recorren la ciudad", advierte por su parte la arquitecta Isabel Juárez, becaria doctoral del CONICET e integrante del GHabSS.

"Esta problemática es muy compleja y afecta a las personas en cualquier actividad y en distintos grados, acentuando molestias crónicas, problemas auditivos y alteraciones del sueño. Incluso puede agravar enfermedades cardíacas y ciertos trastornos metabólicos. Por ejemplo, hay estudios que muestran asociaciones entre el ruido del tránsito y un mayor riesgo de obesidad y de diabetes debido al estrés prolongado", asegura Garzón y agrega: “la contaminación acústica involucra cualquier localidad, sin importar su tamaño, por lo cual debe ser comprendida y atendida por la sociedad en su conjunto; es imprescindible desarrollar acciones de concientización sobre los riesgos que implica el ruido.”

Claves para combatir los ruidos de la metrópolis:

Sobre la base de sus investigaciones, el equipo del GHabSS sostiene que la vegetación urbana, que puede ser considerada “pantalla verde”, genera grandes beneficios, incluyendo la mitigación del ruido; y en ello –señalan los datos- intervienen variables como características, estructura, densidad y patrones de distribución de las especies adoptadas.

“Para mitigar el nivel de ruido mediante la vegetación se deben usar barreras de al menos 20 metros de ancho y 14 metros de altura, formadas por árboles heterogéneos, tupidos, con árboles de hojas anchas, densas y perennes; deben tener troncos gruesos y estar ubicadas  cerca de la fuente de emisión del ruido”, detalla Garzón, y enfatiza: “la vegetación urbana debe fortalecerse como herramienta para mejorar la calidad ambiental en las ciudades, lo que implica mejor planificación y manejo eficiente de la arborización y de las zonas verdes. Esto posibilitará que la toma de decisiones para las intervenciones en el espacio público y privado sea más acertada, y ayude a mejorar nuestro hábitat y nuestra salud, y a aumentar el bienestar de cada comunidad."

Una de las dificultades –señalan los expertos-  es que no hay en Argentina una ley nacional que regule los niveles de ruido. “Por ese motivo -señala Garzón- cada municipio y cada provincia tiene una legislación distinta sobre el ruido. Es fundamental lograr una unificación de criterios en torno de esta cuestión”. Los criterios deben estar relacionados a mantener un nivel de intensidad acústica admisible de 40 a 55 dBA, respetar los horarios de descanso y las sanciones, en caso de infringir esas normativas.

Y también hay cuestiones sobre las que los ciudadanos deben actuar, de cara a lograr un buen ambiente acústico, advierte Agustina Cazón Narváez, becaria en el GHabSS. Se refiere a la cantidad de fuentes de ruido a las que se está sometido en la vida diaria, no sólo las de las ciudades; también en los hogares y en los lugares de trabajo. “Hemos verificado que, en la gran mayoría de los casos, las viviendas individuales o colectivas no están bien diseñadas para controlar el ruido. Para lograrlo se hace necesario identificar correctamente el tipo de fuente de ruido y generar las propuestas de control adecuadas para cada caso. En este sentido, el uso de carpinterías con doble vidriado hermético (DVH), un espesor adecuado de los muros y cerramientos, materiales que contribuyan a la reducción acústica, pueden funcionar como barreras acústicas; también es importante asegurarnos de que hay suficiente distancia entre las construcciones y el ruido.”

Miembros del grupo de Hábitat de Sustentable y Saludable implicados en esta temática:

Beatriz Garzón
Isabel Juárez
Agustina Cazón Narváez
Luis Cancino