ANIVERSARIO SOCIOS ESTRATÉGICOS

108 y contando…

La Universidad Nacional de Tucumán celebró su centésimo octavo aniversario: nació el 25 de mayo de 1914. El CONICET NOA Sur “abraza” a uno de sus hermanos institucionales más longevos, y reafirma su vínculo invalorable y estratégico.  


La Universidad Nacional de Tucumán celebró su 108° aniversario de vida (foto: fachada del Rectorado).
Augusto Bellomio y Elisa Colombo.
De izquierda a derecha: el rector en funciones, José García, el director del CONICET NOA Sur, Atilio Castagnaro, y el rector elector en la última sesión universitaria, Sergio José Pagani.
La Universidad Nacional de Tucumán celebró su 108° aniversario de vida (foto: patio del Rectorado).

Tuvo que vencer la firme resistencia de orden local –rechazo de la mayoría de la Legislatura, que postergó por cinco años la aprobación del proyecto- y sortear la férrea oposición de la Capital Federal, que se oponía enérgicamente: no toleraba la pérdida de su monopolio académico, porque representaba un avance hacia la descentralización y el federalismo en el terreno de la educación y de la ciencia. Pero a pesar de estos obstáculos, el 25 de mayo de 1914 se cumplió el anhelo más ansiado de quien fue su primer rector, el doctor Juan B. Terán. Ese día “dio sus primeros pasos” la Universidad Nacional de Tucumán como primera casa de estudios superiores del Noroeste Argentino.

“Como de toda fundación intelectual, la apertura de la casa es el punto de partida de una evolución indefinida”, afirmó Terán mientras rubricaba el Acta de Fundación junto con personalidades como Lucas Penna, Ernesto Padilla (gobernador de Tucumán en ese momento), Joaquín V. González, Raúl Colómbres y Miguel Mario Campero, entre otros, quizás sin imaginar hasta qué punto la UNT iba a ser el hogar de generaciones de jóvenes que, desde diferentes latitudes, llegarían con la ilusión de alcanzar su título universitario.

Desde su constitución durante la presidencia de Roque Sáenz Peña, y su posterior nacionalización en 1921 –que se materializó luego de los sucesos que dieron lugar a la Reforma Universitaria de Córdoba en 1918-, la UNT se caracterizó por promover una visión regionalista comprometida con el desarrollo local, y atendiendo la ciencia de la época con las puertas abiertas al mundo. Esto explica en cierta forma el lema que hizo para sí y que sostuvo como pilar vocacional e institucional hasta el día de hoy: Pedes in terra ad sidera visus (“Los pies en la tierra y la mirada en el cielo”).

Con momentos de mayor o menor efervescencia a lo largo de su historia, y pudiendo "surfear" épocas duras de la vida institucional y social de nuestro país, la UNT logró, pasados 108 años y con la docencia, la investigación y la extensión como herramientas esenciales, 13 facultades, dos escuelas universitarias y siete escuelas pre-universitarias.

 

Un vínculo que crece y se fortalece

La labor docente y la científica están intrínsecamente unidas, porque desde la ciencia se cuestionan y rebaten paradigmas, y se desarman estructuras; y esos conocimientos actualizados posteriormente llegan a las aulas. Son ámbitos que se necesitan y se alimentan mutuamente, y que están en constante sinergia. Y la UNT en la provincia, junto con el resto de las otras universidades nacionales, fue semillero que nutrió de recursos humanos los centros de investigación y dio lugar a algunas las mentes más destacadas del país.

Desde su surgimiento en 1958, el CONICET fue un importante aliado de las universidades nacionales, y la de Tucumán no fue una excepción. Todo lo contrario: en lo que va de esta articulación –fortalecida desde la creación del CCT Tucumán en 2007- co-fundaron 13 institutos de doble dependencia (uno de ellos con triple pertenencia) que operan en la provincia y abarcan las cuatro grandes áreas de competencia: Ciencias Agrarias, de Ingeniería y de Materiales; Ciencias Biológicas y de la Salud; Ciencias Exactas y Naturales; Ciencias Sociales y Humanidades.

Por este motivo, respecto del aniversario y de esta articulación interinstitucional, reflexionan dos representantes que conocen muy bien las dos caras de la moneda: no sólo se formaron profesional y éticamente en esta universidad pública, gratuita y autónoma, y luego fueron docentes. También transitaron un largo camino en el sistema científico como investigadores, y más tarde como autoridades; y convencidos de la importancia de esta relación, fomentaron nuevas colaboraciones con resultados fructíferos.

 

Elisa Colombo, reconocida física tucumana y ex directora del CONICET NOA Sur

El reloj marcaba el instante del acto en el que debía tomar la palabra. El 29 de septiembre pasado, Colombo estaba siendo designada Profesora Emérita de la UNT. Con emoción expresaba: “en este patio que me remonta a luchas y festejos de nuestra vida universitaria, te digo ¡gracias Universidad Nacional de Tucumán por darnos la oportunidad de formarnos y trabajar por el país, con la firmeza que nos dan nuestras raíces, y la libertad de proyectar nuevos horizontes!”. Este es el valor que confiere a la UNT la actual subsecretaría de Federalización de la Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, y no es para menos; pasó casi una vida recorriendo sus pasillos: primero en la Escuela Sarmiento, después en la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnología donde obtuvo su título de grado y más tarde, con una beca del CONICET en el Departamento de Luminotecnia de la FACET, agudizó su perfil científico. Después de su formación en psicofísica aplicada a la percepción visual, en 1992, se transformó en la primera mujer del país en doctorarse en el campo de la luminotecnia.

“Es un orgullo para los profesores, los académicos y los investigadores de Tucumán contar con la universidad, un faro permanente no sólo para la provincia y para el NOA, sino para todo el país y nuestros países vecinos. Defensora de la democracia, los derechos humanos, sociales y ambientales, con un profundo compromiso con los derechos de la mujer”, agrega Colombo, también ex directora del Instituto de Investigación en Luz, Ambiente y visión (ILAV, CONICET-UNT), al cual define como “instituto único en el país y Latinoamérica con una mirada integral del espacio iluminado”.

Pero también avanza con algunas consideraciones sobre el CONICET con impacto local: “su política de crear los Centros Científicos Tecnológicos (CCT), al comienzo por regiones y paulatinamente en todas las provincias del país, constituyó un paso fundamental hacia la federalización de la ciencia y la tecnología, en tanto estos centros, que nuclearon a los diferentes institutos, constituyeron instancias de fortalecimiento del sistema científico en el territorio, aunando las voces de todos los campos del conocimiento”.  Asimismo, destaca, esta medida fue acompañada por otra no menos importante: la propuesta de articular en las provincias las capacidades de las universidades y los grupos de investigación del CONICET, que en un alto porcentaje tenían su lugar de trabajo en esas instituciones educativas; así se crearon las Unidades Ejecutoras (UE) de doble pertenencia. “Este trabajo articulado implicó no solamente un presupuesto mayor y mejor equipamiento, sino la posibilidad de formar los recursos humanos que requeríamos para dar respuestas a las demandas de nuestro territorio”, señala.

Por último, remarca el valor que tiene para el CONICET que sus becarios, en un altísimo porcentaje, realicen sus estudios de doctorado en carreras en la UNT: “es la socia principal e imprescindible para que la producción científico-tecnológica responda las demandas de la provincia, del país y de la región latinoamericana, aportando al conocimiento universal en todas las áreas de investigación”, destaca.

 

 Augusto Bellomio, vicedirector del Instituto Superior de Investigaciones Biológicas (INSIBIO, CONICET-UNT)

Misma casa, similar formación. Bellomio también se educó en una de las “escuelas experimentales”, el Instituto Técnico, y luego ingresó a la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia, donde recibió su título de bioquímico y más tarde hizo su doctorado en Ciencias Biológicas. Pero además, durante este trayecto también se fue convenciendo de la importancia del lazo UNT-CONICET, y hoy, además de comprenderlo como docente e investigador, lo ve de cerca en su rol como vicedirector del INSIBIO. “Las UE de dependencia doble o múltiple sin lugar a dudas potencian las capacidades –asegura-; facilitan el relevamiento de las necesidades y las problemáticas de la sociedad, y responden con la generación de conocimientos básicos y desarrollos que se pueden trasformar en soluciones tecnológicas”.

Señala asimismo que mientras la UNT aporta un lugar físico y el ámbito académico para que funcionen los institutos, o los recursos para mantener la infraestructura, el CONICET NOA Sur lo hace con el capital, principalmente como remuneraciones para investigadores, personal de apoyo y becarios; y subsidios para investigar, comprar materiales y mantener el equipamiento científico. “Se logra así un gran círculo virtuoso: al funcionar en conjunto los centros de investigación del CONICET y diferentes cátedras de la UNT, los docentes-investigadores tenemos contacto directo con alumnos y alumnas, lo que nos permite identificar vocaciones científicas”, afirma, y agrega que es fundamental y excluyente para incorporarse a las UE acceder a una beca doctoral del CONICET, que permite a los incipientes investigadores independizarse económicamente mientras se capacitan y se forman como docentes-científicos: “de esta manera pueden devolver sus conocimientos a la sociedad formando a las futuras generaciones de investigadores”, explica.

Sin embargo, se pregunta, ¿por qué es tan importante para nuestra sociedad que la UNT y el CONICET formen docentes-investigadores? Su respuesta es contundente: “tenemos que aportar soluciones a cuestiones que nos atañen a todas las personas, y en particular a los habitantes de nuestra provincia. Existen demandas específicas del lugar en el que vivimos”, plantea, y toma como ejemplo las enfermedades causadas por bacterias, virus y parásitos patógenos de circulación regional, para enfrentar las cuales se requiere desarrollo de tratamientos o producción de vacunas; pero también la concientización sobre vectores como los mosquitos que trasmiten virus del dengue, o los roedores el hantavirus. Destaca además los desafíos en el área socioproductiva, que implica desarrollar tecnologías innovadoras o procedimientos que otorguen ventajas competitivas a la agro-industria. “Aquí la ciencia también debe intervenir a nivel local, por ejemplo, para intentar paliar los efectos del cambio climático, o para saber cómo tratar los desechos que generan las ciudades y las industrias en nuestra provincia”, explica. Y no se detiene allí; también resalta el trabajo que tienen por delante las Ciencias Sociales para aportar soluciones en cuestiones como vivienda, precarización, educación y pobreza.

“La pandemia de COVID-19 nos dio un gran ejemplo de cómo trabajar en conjunto como sociedad contra un problema grave. Estamos trabajando de forma muy diferente, en comparación con 10 o 20 años atrás, identificando problemáticas sociales y demandas de nuestro medio e involucrándonos en ellas para aportar nuestro conocimiento a dar soluciones –subraya-. Creo que es allí donde tenemos que enfocarnos para fortalecer cada vez más los lazos que se generan y trabajar conjuntamente con los gobiernos, las empresas y las organizaciones sociales, trasladando las inquietudes de la sociedad al ambiente académico. Si las políticas encaradas se siguen coordinando adecuadamente, podremos transferir los conocimientos generados a todos los sectores, y en especial a los vulnerabilizados, para tener una sociedad mejor, más justa y más soberana”.