Pensamos de pronto en una tarde de verano con amigos, tomando sol en la pileta; podemos traer a la charla viejas vivencias olvidadas hasta ese momento… y nos ponemos a pensar, ¿dónde se encuentra alojado ese recuerdo? ¿En nuestro cerebro tal vez, o en nuestro corazón que se estremece?
Buscando respuestas a estos interrogantes, un grupo de investigadores -compuesto por las doctoras Rocío Cantero y Noelia Scarinci, la licenciada Brenda Gutiérrez y el doctor Horacio Cantiello- comenzó a investigar sobre la capacidad computacional del cerebro. Su objetivo es entender cómo funciona, y dónde se almacenan la memoria y la conciencia. El equipo viene trabajando desde 2008 sobre esta temática, y realiza experimentos tanto con neuronas en cultivo, como en cerebros de vacas y ratones.
Lo primero que importa pensar es que la célula es la unidad más pequeña que puede vivir por sí misma y está compuesta por tres elementos principales: la membrana celular, el núcleo y el citoplasma. Lo segundo, que las neuronas son un tipo de células nerviosas que permiten la comunicación del sistema nervioso, y suman a esos elementos una fibra de ramificación principal (axón) y numerosas fibras de ramificación más pequeñas (dendritas).
Con esto en la mente, lo que nos cuenta la doctora Cantero sacude un poco lo que pensábamos hasta ahora. “En el citoplasma de todas las células hay una estructura compleja, el citoesqueleto, que les da forma; y uno de los componentes del citoesqueleto son unos cilindros largos, los microtúbulos. Estos forman cables, láminas o planchas, y su función tradicional es darles forma a las células, y controlar su división y el transporte vesicular, donde las moléculas se mueven de un compartimiento a otro en vesículas, formadas en el compartimiento de origen y se fusionan con el compartimiento de destino. Actúan como carriles de transporte, al estilo de las vías del ferrocarril, solo que aquí, la forma de esas vías es altamente cambiante”, describe.
Lo novedoso es que descubrieron que los microtúbulos de todas las células de nuestro cuerpo pueden también realizar transmisiones eléctricas, literalmente como cables, de modo muy similar al descripto en las neuronas. Ello permite postular la teoría de que los microtúbulos tienen capacidad de almacenar memoria y de comportarse como memristores, eso es, elementos eléctricos con capacidad de almacenar memoria y de recordar un evento anterior. En otras palabras, significaría que no sólo las neuronas controlan la memoria, sino que esta, igual que la conciencia, puede estar almacenada en estas estructuras y encontrarse en cada célula del cuerpo. Esta memoria estaría asociada a la actividad eléctrica de los microtúbulos, que actuarían como “neuronas”, tanto dentro de las neuronas como dentro de otras células.
El hecho de que los microtúbulos tengan la capacidad comportarse como memristores significaría que, de alguna forma aún poco entendida, estas estructuras guardarían los recuerdos como si fueran un pendrive, y nuestro cerebro una computadora.
Los últimos estudios del grupo permitieron establecer, por ejemplo, que lo observado en microtúbulos cerebrales purificados de cerebro se repite en neuronas de hipocampo de ratón en cultivo. Allí, también se observa que el citoesqueleto de microtúbulos genera y propaga oscilaciones eléctricas. Estos hallazgos sugieren que las oscilaciones eléctricas son una propiedad intrínseca de los microtúbulos cerebrales, que pueden tener importantes implicancias en el control de diversas funciones neuronales y, por tanto, de las funciones cerebrales superiores, incluida la formación de la memoria y el inicio de la conciencia.
Por Cintia María Romero