DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER Y LA NIÑA EN LA CIENCIA

La construcción de una ciencia más justa: tarea fundamental llevada a cabo en clave femenina

La búsqueda de la equidad de género es una labor que el CONICET NOA Sur reivindica y valoriza, lo que se puede decir con números: hoy el 58.5% del personal de la institución son mujeres.


En 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 11 de febrero Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Desde ese entonces se organizan en todo el mundo actividades de educación y sensibilización pública sobre el significativo rol que ellas cumplen en el terreno de la ciencia y de la tecnología, a pesar de lo cual, muchas todavía deben sortear múltiples obstáculos para desempeñarse equitativamente en los ámbitos del conocimiento. Según la UNESCO, en el mundo, poco más del 33% de quienes se dedican a la investigación científica son mujeres. Pero en nuestro país los datos muestran otra realidad, al menos, en parte.

“En Argentina y en Tucumán las mujeres somos mayoría (60% y 67%, respectivamente). Sin embargo, en los órganos de decisión y de representación de las instituciones científicas, las mujeres seguimos siendo minoría”, describe Virginia Albarracín, investigadora y responsable del Centro Integral de Microscopía Electrónica, dependiente del CONICET y de la UNT.  “Este fenómeno, conocido como “techo de cristal”, “piso pegajoso” o “efecto tijera”, implica que cada vez que las condiciones profesionales son más ventajosas (con mayores salarios o con mayor poder decisión), menor proporción de mujeres accedede a esas instancias", añade.

Asimismo, indica que en el CONICET el  54% del personal, incluyendo becarias y becarios –doctorales y posdoctorales-, personal técnico, y quienes ejecutan tareas administrativas, son mujeres. "Es decir: estamos muy por encima de la media mundial, del 33%”; informa, pero -agrega- hay que hacer una salvedad: “en la distribución, las mujeres, en su mayoría, quedan en las categorías más bajas. Ya que cada dos mujeres asistentes hay un varón; y cada tres investigadores superiores, una mujer”, señala. 

En ese marco, destaca la positiva realidad del CONICET NOA Sur, que integran las provincias de Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca: “somos el 60.5 % del total del personal; un 58.5 entre los investigadores y las investigadoras, y un 67.5 de los becarios y las becarias. Y en los cargos directivos hay buenas noticias: “la equidad ya casi llegó; de los 23 institutos, 10 están dirigidos por mujeres. Es un gran cambio, ya que hace un par de años ese porcentaje era de sólo el 35%”, resalta. 

Las convicciones de Albarracín son más que contundentes: “hay que romper con los estereotipos, desafiar el sesgo de género, y derrotar la discriminación en la ciencia”, afirma y describe la esencia de esta como “inclusiva y plural". "En ella las mujeres deben tener plena participación y reconocimiento, algo que históricamente no ocurrió", agrega. Y en relación con la “deslucida” proporción que las mujeres ocupan en el total de la comunidad científica mundial, sostiene que esa realidad no hace otra cosa que prescindir de una buena parte de la diversidad, del talento y del potencial que estas pueden aportar. 

“Lo bueno es que en estos últimos años la fuerza del movimiento de mujeres para reivindicar los derechos y la diversidad logró romper, al menos en parte, muchas de estas estructuras naturalizadas”, destaca, y puntualiza algunos avances logrados en nuestro país: “en las nuevas gestiones de los ministerios de las Mujeres y Diversidad y de Ciencia y Tecnología, y también en las del CONICET, se observa la ejecución de múltiples políticas y programas que buscan cerrar la brecha de género desde distintas perspectivas”.

Pero este es el comienzo, advierte y resalta que las políticas permean muy gradualmente, por lo que la comunidad científica debe comprometerse más para atender la problemática. Para ello, considera, hace falta, por un lado, visibilizar el trabajo de las científicas y sus aportes, tanto locales como internacionales, a la construcción del conocimiento; y por otro, un esfuerzo consciente y concreto para romper con los paradigmas vocacionales y ayudar a sostener las vocaciones científicas en las niñas. “Este es un paso fundamental para poder cerrar la brecha de género en la ciencia y en la tecnología –asegura-. Y es un paso urgente”.

 

La mirada de una becaria doctoral 

La perspectiva que tienen las mujeres del ámbito científico sobre la realidad que les toca atravesar es –casi siempre-  compatible y coincidente. Soledad Amaya, licenciada en Ciencias Biológicas del Centro de Regional de Energía y Ambiente para el Desarrollo Sustentable (CREAS, CONICET-UNCA), celebra que el número de científicas haya aumentado considerablemente en los últimos años en las instituciones dedicadas a la producción de conocimiento, pero aclara: “si bien  más cantidad de mujeres se dedican a la ciencia, todavía hay diferencias -que van en dirección a ser equiparadas-, por ejemplo, en la participación en los espacios de toma de decisiones, o en el acceso a las oportunidades en todo el territorio”. Y añade: “todavía queda camino por recorrer para enmendar desigualdades y asimetrías; pero de continuar con el apoyo y acompañamiento necesarios, es completamente factible que suceda”.

Por otro lado, Amaya -que dedica su investigación a aportar herramientas y conocimientos para la conservación y la revalorización del algarrobo, mediante prácticas agroecológicas- afirma que es un “privilegio” pertenecer a la esfera científica, y trabajar, desde su profesión, en una institución tan prestigiosa como el CONICET, “que cuenta con financiamiento estatal y reúne grandes mentes del país”. "Es fuente de un capital intelectual difícilmente igualable por otros países. Como tal, es primordial para el desarrollo del país asegurar su estabilidad y su viabilidad; y tomando como referencia está efeméride, también asegurar la diversidad y la igualdad de oportunidades".  

 

Una última reflexión

De esta manera, y como opinan ambas especialistas –con sentires, visiones y realidades diferentes, pero al mismo tiempo similares-, reconocer el papel trascendental que las mujeres juegan implica, de alguna forma, sacar a la luz la importante y decisiva contribución que hacen, no sólo al desarrollo económico de las naciones, sino también para el progreso de la humanidad, de cara a los objetivos y a las metas –en total son 17- propuestas en la Agenda 2030 por la ONU sobre el Desarrollo Sostenible para acabar con la pobreza, proteger el planeta y garantizar la prosperidad de la población global.   

Es decir que para “trepar el risco” hacia una mayor igualdad de género y de oportunidades, el camino tiene que estar orientado hacia el empoderamiento, el acceso y la participación plena y equitativa de las mujeres en todas las ramas que abarca la ciencia, y en el seno las instituciones pertinentes.