DÍA DE LA INDEPENDENCIA

Nuevas miradas sobre Tucumán durante el proceso de Independencia nacional

Tres investigadoras del CONICET NOA Sur analizan el contexto social, económico y militar en el Tucumán de 1816.


Un nuevo aniversario del nacimiento de una Nación libre e independiente se cumple en 2020. 204 años desde aquel suceso que cambió la vida de un pueblo entero, heterogéneo, socavado por las guerras y por las presiones de la Revolución.

Una visión más completa y renovada del proceso nos ofrecen  las doctoras María Paula Parolo, Marisa Davio y Marcela Vignoli, investigadoras en el Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES, CONICET-UNT).

Luego de la Batalla de Tucumán, el 24 de septiembre de 1812, en la que las tropas del General Manuel Belgrano vencieron al ejército realista, la provincia transitó un periodo agitado. El gobierno local debía abastecer tanto al Ejército Auxiliar del Perú como a las milicias locales con provisiones, armamento, hombres, vestuario, etc. A lo que se sumó, cuatro años más tarde, ser elegida sede para realizar el “Congreso de  las Provincias Unidas en Sud América”. Varias razones explican esta distinguida elección: por un lado, evitar el centralismo de Buenos Aires; por otra parte, determinar un punto equidistante a todas las provincias que enviarían sus diputados (teniendo en cuenta también a las del Alto Perú) y, también, como una suerte de “reconocimiento” al pueblo de Tucumán que había participado con valentía y “patriotismo” en la Batalla de septiembre de 1812.

De esta manera, el martes 9 de julio de 1816 la Asamblea General del Congreso firmó el Acta de Declaración de Independencia de las Provincias Unidas en Sud América, rompiendo formalmente los vínculos de dependencia política con la monarquía española. Diez días más tarde, el 19 de julio, el mismo Congreso renunció también a toda otra dominación extranjera.

Como en todo evento importante, luego del Congreso, los diputados se reunieron en tertulia con los miembros de la elite tucumana, las familias más adineradas y acomodadas social y políticamente.

Pero, lo que nos interesa hoy, es recuperar las experiencias de los sectores menos visibles de la sociedad de la época. Las investigaciones de las doctoras Davio y Parolo nos introducen en esta novedosa problemática. Los sectores populares o “vulnerables”, en términos actuales, en el Tucumán de 1816 eran quienes componían la base de la pirámide social; un grupo heterogéneo ajenos al mundo del prestigio y el poder, que trabajaban en relación de dependencia, y sobre quienes recaían las normativas de disciplinamiento social, moral y laboral. Por ejemplo: peones, agregados, conchabados, criados y sirvientes, pequeños labradores y criadores, capataces con tareas de mando sobre las peonadas y algunos artesanos de la ciudad.

Estos sectores participaron del proceso revolucionario que llevó a la Independencia, desde diferentes lugares y modalidades de acción. En el plano militar podemos mencionar el enrolamiento; el servicio de armas fue un requerimiento que se extendió para todos los habitantes de la jurisdicción y la provincia ofreció un alto número de soldados que rondaba los 3.000 individuos durante la década de 1810 a 1820 que, en su mayoría, provenían de los sectores populares. Además de la integración a las filas del ejército, la revolución abrió canales de participación política como los pronunciamientos militares que  articulaban la acción de comandantes, hacendados y comerciantes junto a sus milicianos, peones y empleados. Su participación resultaba fundamental tanto como fuerza de choque, como informantes o como custodios de los líderes revolucionarios.

Pero los sectores populares no sólo pusieron “el cuerpo”, también sostuvieron parte del  costo material de la guerra. Si bien los gobiernos provinciales pos-independientes exigieron a los sectores mercantiles de la ciudad aportes de dinero para sostener los gastos de guerra y a los productores rurales “auxilios de reses o de caballos” para las tropas, también afectaron al resto de la población  con requisas, confiscaciones o impuestos indirectos que se aplicaron a la circulación y el tráfico de mercaderías.

Pero no todo fue participación y apoyo a la causa revolucionaria. Sectores populares desplegaron, también,  diversas modalidades de resistencia ante el nuevo orden político, económico y social que se anunciaba. La deserción, el desacato, los insultos a la autoridad, constituían señales de una resistencia tácita que, aunque escasamente plasmada en la documentación, discurría cotidianamente entre los intersticios dejados por la ineficiente política de control social.

Podríamos afirmar, entonces, que el costo humano y material que recayó sobre el pueblo tucumano para sostener materialmente las decisiones del Congreso General Constituyente le valió a la ciudad ser elegida sede de tan trascendental reunión que anunció solemnemente a la faz de la tierra el nacimiento de una Nación libre e independiente.

Las investigaciones de la doctora Vignoli, por otra parte, rescatan las conmemoraciones posteriores de tan transcendental fecha. En la provincia de Tucumán se realizaron conmemoraciones de la Independencia, impulsadas por figuras públicas (generalmente gobernadores) que las percibían como una expresión de apoyo a las autoridades y un indicio de cohesión social tan necesaria durante las primeras décadas del siglo XIX.

Sin embargo, los festejos fueron todavía espasmódicos, y sólo en dos oportunidades (en 1878 y 1888, durante los gobiernos de Federico Helguera y Lídoro Quinteros respectivamente) a la tradicional Misa y Tedeum se incorporó una visita a la Casa donde se había declarado la Independencia.

A partir de la década de 1890 se comienzan a realizar las denominadas “peregrinaciones patrióticas de la juventud” hacia el recinto donde se había declarado la Independencia. Estos actos de liturgia patriótica terminaron por convertir a la Casa Histórica –que hasta la década de 1870 rara vez había sido utilizada como lugar de festejo– en un símbolo de la nacionalidad argentina, logrando ubicar en la conciencia colectiva nacional la idea de Tucumán como origen de la patria.