CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

La grandeza del arte y de los pigmentos en la alfarería prehispánica del Noroeste Argentino

Investigadores del CONICET NOA Sur, con sede en Catamarca, destacan que algunos usos fueron únicos en toda América


Foto: Guillermo A. De La Fuente y Marina Gala Martínez Carricondo.

Desde el comienzo de la humanidad, el color constituyó un elemento sumamente significativo en la vida de las personas, ya que configuró la manera en que se percibe el mundo. Esta importancia se refleja en los diferentes momentos de la creación y de la utilización los colores utilizados en determinados objetos: desde la consecución y el tratamiento de las materias primas, hasta su aplicación y su uso. Y una de los usos que se estudian es el hecho de que algunas tonalidades don más valoradas que otras.

“Las cerámicas arqueológicas halladas en el noroeste del territorio argentino son bien conocidas por sus formas y sus colores, y dan muestras de las habilidades, los talentos y la experticia de los y las antiguos artesanos/as que las hicieron”, explica el doctor Guillermo de la Fuente, investigador de CONICET NOA Sur, y director del equipo Proyecto Arqueológico Abaucán Sur del Instituto Regional de Estudios Socio-Culturales (IRES), unidad ejecutora de doble dependencia entre el CONICET y la Universidad Nacional de Catamarca.

Ahora bien, ¿qué elementos se utilizaban para decorar estas piezas?

“De acuerdo con los diferentes análisis realizados de las colecciones de vasijas halladas en distintos sitios arqueológicos se puede realizar una serie de afirmaciones generales. Por un lado, las cerámicas pintadas provienen mayormente de contextos mortuorios o rituales, y en ellos, los colores y los diferentes motivos plasmados debieron jugar un rol importante en tanto portadores de significados” cuenta la licenciada Marina Gala Martínez Carricondo, becaria doctoral de CONICET en el equipo del doctor De La Fuente, y agrega: “en cuanto a la composición de estas pinturas, es decir, de qué están hechas, podemos decir que la mayoría de las cerámicas están pintadas con minerales comunes que se encuentran dispersos en el territorio.”

Veo, veo, una cosa, ¿de qué color?

A partir de esos minerales, describen los especialistas, los colores más utilizados en las cerámicas prehispánicas son:

- Rojo: se presenta en diferentes tonalidades, desde anaranjadas hasta los borravinos (también llamados bordó). “En la mayoría de los casos, fueron logrados utilizando un óxido de hierro, llamado hematita, como cromóforo (así se denomina el compuesto químico que causa colores), aunque, en algunas ocasiones, los alfareros utilizaron una combinación de hematita con óxidos de manganeso para obtener tonos más oscuros; tal es el caso de los borravinos. En otras oportunidades pintaron sus piezas utilizando arcillas con una tonalidad diferente de la de la vasija”, explica De la Fuente.

- Negro: es otro tono muy frecuente, que en ocasiones se encuentra nítido y en otras bastante lavado o desleído. “Tal como sucede con los rojos, en la mayoría de los casos los negros se logran mediante usando óxidos de un solo mineral: el manganeso. Pero en ocasiones fueron realizados a partir de un óxido de hierro negro: la magnetita. Si bien este mineral es abundante en la naturaleza también puede ser creado a partir de la reducción de hematita a temperaturas entre 600°C y 900°C, o en condiciones oxidantes a temperaturas mayores a 1000°C. Y también fueron logrados usando materiales orgánicos como generadores de color. Por ejemplo, se ha logrado identificar carbón vegetal en el interior de vasijas Aguada Portezuelo del Período Agroalfarero Medio (ca. AD 600 – 900 AD), y también se obtuvieron tonos negros generados con guano de caballo en piezas experimentales. Cada una de estas formas de obtención del color negro tiene características y propiedades únicas, y nos brindan información acerca de los procesos de cocción a los que la pieza fue sometida” Martínez.

- Blanco. Los diferentes tonos fueron obtenidos a partir del uso de diversos minerales (cal, calcita, yeso, hidroxiapatita, anatasa, gelenita y arcillas blancas), todos abundantes en la naturaleza. “Estos elementos, a excepción de las arcillas blancas, fueron mezclados con arcillas rojas, con lo que generaban una pintura homogénea y fácil de aplicar”, remarca De La Fuente

- Amarillos y lilas: respecto de estos colores la alfarería del NOA representa un caso único en toda América, destacan los especialistas. “En la alfarería Aguada Portezuelo se registraron tonalidades amarillas y lilas, las primeras fueron conseguidas utilizando un mineral poco común: la tungstita; un óxido de wolframio hidratado, que es actualmente aplicado en la fabricación de elementos armamentísticos y electrónicos (tales como ventanas inteligentes, baterías, sensores, entre otros), y en menor medida en pinturas para botes… y también para cerámicas”, cuenta xxx.
“Respecto de las tonalidades lilas no se pudo obtener mayor información debido al estado de conservación del material. Sin embargo, de acuerdo con datos brindados por diferentes alfareras y ceramistas, podemos proponer el uso de óxidos de manganeso, en proporciones y temperaturas altamente controladas, para la generación de estos colores”, añade Martínez.

Como una receta de cocina

“Grosso modo, podemos decir que todas las pinturas tenían arcilla roja como base, y luego se le añadía el mineral colorante en diferentes proporciones para lograr las distintas tonalidades. Una vez mezclados los ingredientes secos se agregaba agua a la preparación, hasta lograr una pintura homogénea, con una consistencia ligera y fácil de aplicar mediante un pincel.”, detalla el investigador De La Fuente, y prosigue: “una vez pintada la vasija, se la dejaba secar y se la cocía en a temperaturas que oscilaban entre los 600°C y los 1000°C. En otros casos, las pinturas se dejaban crudas, pues se aplicaban a las piezas una vez que estas ya estaban cocidas. En este último caso se habla de pinturas post-cocción”.

“Un caso diferente es el de las cerámicas cuyo interior se encuentra ennegrecido; se piensa que en este caso no se trata de la aplicación de pintura, y que el efecto se obtendría en el momento de la cocción de las piezas. La hipótesis es que, antes de encender el fuego, las piezas se rellenaban con elementos orgánicos, como guano, y se colocaban de a dos, una sobre otra, unidas por sus bocas.  Se generaba así, junto con el humo producido durante la quema del material orgánico, una atmósfera reductora, sin oxígeno, que afectaba sólo el interior de las cerámicas, y les daba su color negro.” explica Martínez Carricondo.

“La creación de las piezas cerámicas únicas del NOA conllevó un trabajo arduo y muchos conocimientos (un “saber hacer”), no sólo para levantar la pieza partiendo de un bloque de arcilla, sino también para los procesos de decoración y policromado. Reafirmamos entonces las habilidades de estos antiguos alfareros y alfareras que, mediante ensayo y error, lograron hacer grandes obras que aún hoy nos generan interrogantes”, señala De La Fuente.

 

Equipo de investigación: Dr. Guillermo A. De La Fuente (Investigador IRES-Conicet / Escuela de Arqueología, UNCa), Lic. Marina Gala Martínez Carricondo (Becaria Doctoral IRES-Conicet), Lic. Sergio D. Vera (Becario Doctoral IRES-Conicet), Lic. Gustavo Acosta (Becario Doctoral, IRES-Conicet), Mgter. Carlos Nazar (Escuela de Arqueología, UNCa.), Prof. Juan Manuel Pérez Martínez (Universidad de Alicante, España), Dr. Guillermo Rozas (CNEA-Conicet, Centro Atómico Bariloche), Dr. Emilio Villafañez (Escuela de Arqueología, UNCa.)


Por Cintia María Romero