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DÍA INTERNACIONAL DE LOS BOSQUES
Protección a los guardianes de la biodiversidad
La deforestación, los incendios y el cambio climático son algunos de los factores que comprometen la salud de los bosques en estos tiempos. A través de sistemas de monitoreo, especialistas del CONICET estudian su dinámica y evolución con el propósito de preservarlos a futuro.
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Los bosques son más que simples agrupaciones de árboles. Un tercio de la superficie terrestre del planeta permanece cubierta por estos ecosistemas en los que habitan el 80% de las especies animales y vegetales registradas, desde las más pequeñas hasta las más imponentes, que favorecen a mantener el equilibrio natural que sostiene la biodiversidad. Son extremadamente valiosos, de hecho, porque tienen impacto directo en la regulación del clima y por ser una fuente inagotable de recursos forestales y naturales.
En diferentes regiones de nuestro país cumplen una función clave, en un contexto de desarrollo sustentable: son vitales para el suministro de agua y para la generación de oxígeno; para controlar la erosión, la conservación y la recuperación del suelo. Sin embargo, estos patrimonios de la naturaleza se enfrentan actualmente a desafíos sin precedentes: el avance en la deforestación, los incendios, la fragmentación del hábitat, la contaminación y la vulnerabilidad frente al cambio climático, así como las invasiones de especies exóticas son procesos que comprometen su integridad y capacidad para satisfacer distintas demandas de la sociedad.
En este sentido, investigadores e investigadoras del CONICET en el Instituto de Ecología Regional (IER, CONICET-UNT) estudian la dinámica de estos complejos ecosistemas y las modificaciones que sufren a través de sistemas de monitoreo a largo plazo, con el objetivo de contribuir con acciones que favorezcan a la preservación de estos entornos. Son contribuciones valiosas que no hacen más que poner en relieve la importancia de la producción de conocimiento científico en el ámbito de la ecología.
La sostenibilidad ambiental requiere de compromiso social
La comprensión del estado y de la evolución que experimentan resulta imperativo si se pretende aspirar a la conservación de los bosques. A través de métodos tradicionales de campo –como el establecimiento de parcelas de estudio- y tecnologías para la automatización de datos -de teledetección; mediante el uso de drones, de trampas cámaras y grabadores de sonidos-, equipos del IER analizan múltiples aspectos: la capacidad de almacenaje de carbono; el rol que cumplen en la biodiversidad; el modo en que distintos actores sociales utilizan los recursos y se benefician de ellos; y los efectos negativos que ocasiona el cambio climático.
La instalación de una red de parcelas permanentes en bosques de Yunga, por ejemplo, consiste en un trabajo de investigación de décadas que sirvió para conocer la dinámica de estos ecosistemas con el paso de los años, y saber el grado de afectación como consecuencia del cambio climático y de la intervención humana. “Logramos determinar que las Yungas pueden almacenar entre 80 y 100 toneladas de carbono por hectárea cuando se trata de bosques maduros, y que tienen la capacidad de almacenar entre 2 y 4 toneladas de carbono por hectárea al cabo de un año”, revela Ignacio Gasparri, director del instituto de ecología. Otro descubrimiento revelador del equipo indica que la exclusión del ganado incentiva el reclutamiento de especies vegetales de sotobosque, aspecto que promueve la generación de configuraciones boscosas más densas, con mayor cobertura y tendencia al aumento de carbono.
Estos estudios del IER son pioneros para la región porque ayudan a comprender que los fenómenos de deforestación en la región chaqueña, con impacto directo en la pérdida de los bosques, están estrechamente vinculados a los cambios tecnológicos y como resultado de la transición climática y de los procesos socioeconómicos asociados a la producción agropecuaria. “En nuestro instituto tratamos de entender como diferentes actores y sectores sociales usan y se benefician de los bosques, ya que sus expectativas no siempre son compatibles entre sí”, señala Gasparri. No es lo mismo para la población rural de la región chaqueña el bosque como una fuente de forraje para el consumo de ganado, de generación de leña y de obtención de alimentos mediante la cacería, que para un ciudadano urbano que los considera un valioso ambiente para la conservación de la biodiversidad y como reservorio de carbono que contribuye con la mitigación del cambio climático. Tampoco lo es para una empresa con fines agrícolas o madereros, o con objetivos extractivistas.
Más allá de todos los aportes que se promuevan desde la ciencia, para los y las especialistas del IER es imprescindible que el común de la sociedad adopte nuevas prácticas de consumo sostenible, y que apoye iniciativas de reforestación y de protección de estos ecosistemas. Pero que además se involucren activamente en la demanda y en la aplicación de políticas ambientales sólidas: “Nuestras acciones pueden marcar la diferencia”, afirma Gasparri.
El equipo científico del IER forma parte de redes de colaboración nacionales e internacionales que investigan los bosques subtropicales de Argentina, que incluyen los secos en los valles áridos andinos, las selvas y los bosques nublados de montaña conocidas como Yungas; los de la llanura chaqueña y la Selva Misionera, entre otros. Estos esfuerzos conjuntos tienen como objetivo principal desarrollar sistemas de monitoreo a largo plazo, para comprender la dinámica que tienen estos ecosistemas, el estado en el que se encuentran y la capacidad para seguir proporcionando servicios ecosistémicos vitales para la salud humana y la sostenibilidad ambiental.