DIA MUNDIAL DEL AGUA

Con insectos muy pequeños, un equipo científico del CONICET NOA Sur determina la calidad del agua en ríos y arroyos de Tucumán

En el Día Mundial del Agua, investigadores del IBN cuentan qué es y cómo aplicar el índice IBY-4, desarrollado en el Instituto de Biodiversidad Neotropical.


El Día Mundial del Agua, proclamado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1992, se conmemora cada 22 de marzo con el objetivo de dar a conocer la crisis mundial por la falta de este recurso esencial, y la problemática que afrontan millones de personas que no tienen acceso al suministro de agua potable. En este marco, se busca promover estrategias de educación hídrica para incrementar la concientización y para prevenir una posible escasez que, si llegara a producirse, traería consecuencias irreversibles para la humanidad. De hecho, en muchos lugares en el mundo esta escasez ya es una realidad…

Pero también es una realidad el trabajo que científicos y científicas del Instituto de Biodiversidad Neotropical (IBN, CONICET-UNT) llevan adelante hace más de 20 años, investigando la diversidad de organismos acuáticos en ríos y arroyos de Argentina. Y a partir de sus estudios de base, ha sido posible identificar qué grupos viven en agua limpia, pero desaparecen (o, más específicamente, disminuye la posibilidad de detectarlos) si se produce una modificación del ambiente. A estos grupos sensibles, como por ejemplo algunos insectos acuáticos, se los denomina bioindicadores, porque analizando su comportamiento se pueden establecer medidas de calidad de agua.

Si bien existen muchas formas de hacer estas mediciones, los investigadores Daniel Dos Santos, Carlos Molineri, Celina Reynaga y Carola Basualdo se plantearon el desafío de obtener un índice específico para la región del NOA, con el plus de que fuera fácil implementar y también de transferir a la sociedad, de tal forma que cualquier persona con un mínimo entrenamiento pueda reconocer el estado de calidad ecológica de los arroyos cercanos a sus hogares.

Así nació el IBY-4, también llamado Índice Biótico de las Yungas, que permite determinar la calidad del agua reconociendo la presencia de cuatro grupos de insectos macroinvertebrados -que miden más o menos 5 milímetros- fáciles de encontrar, porque si el agua es “buena”, están sumergidos y bajo las piedras, o se los puede sacar pasando una red o un colador de mano. “Se llaman plecópteros, tricópteros, élmidos y megalópteros; son organismos sensibles a las alteraciones del ecosistema y van desapareciendo a medida que la calidad del hábitat empeora - explica la doctora Reynaga-. Si los ríos se encuentran en buen estado, hallaremos estos cuatro grupos; pero, cuando se produce alguna alteración en el agua, van desapareciendo”.

Para facilitar el uso del IBY-4, elaboraron una herramienta que permite calcular la calidad ambiental del río estudiado marcando el número de grupos de bioindicadores recolectados: que se detecten 1, 2 o ningún grupo indica mala calidad, mientras que si se encuentran 3 o 4 grupos el agua tiene buena calidad ambiental. ¡Así de fácil!

Para acercar estas herramientas a la comunidad, el IBN lleva varios años implementando un programa de Educación Ambiental con dos estrategias: visitar las escuelas o recibir a alumnos en su instituto; en ambos casos se experimenta en aulas a cielo abierto con un previo (y mínimo) entrenamiento que permite aprender a buscar los insectos acuáticos observables. El trabajo se hace directamente en campo: se obtienen los insectos y se calcula el IBY-4 con la guía de una cartilla que permite hacer el cálculo de bioindicadores. “El objetivo es que los alumnos y sus comunidades obtengan recursos que permitan identificar y solucionar problemas ambientales; además se fomenta el interés en la participación y en mejora del ambiente donde viven, para que puedan gestionar de la mejor manera sus actividades y así transitar hacia una ciudadanía más consciente y responsable con el ambiente”, agrega Reynaga.

“Estas actividades simples se hacen con fines educativos, pero también científicos, porque mientras capacitamos, hacemos monitoreo. Los chicos, los padres y la comunidad educativa suelen involucrarse activamente con el proyecto, y generalmente advierten que las causas de la contaminación son solucionables y se muestran muy interesados en el cuidado de sus fuentes de agua”, señala, y destaca que, gracias a un convenio firmado con el Ministerio de Educación de Tucumán, vienen trabajando en escuelas rurales de la provincia ubicadas en Raco, Los Nogales, Ñorco, Rodeo Grande, Río Nío y Ancajuli.

Al mismo tiempo, el IBN trabaja, en conjunto con la Secretaría de Medio Ambiente de la Provincia, para incorporar esta metodología en los protocolos de monitoreo que la repartición provincial realiza, lo que permitirá una gestión más efectiva del agua y su mejor protección. Es un dato alentador, porque algunos de los procesos que afectan globalmente la seguridad hídrica son la aceleración de la urbanización, el incremento en las actividades industriales, el uso de fertilizantes y plaguicidas y la degradación de las cuencas, procesos muy presentes en Tucumán. Específicamente, el incremento poblacional trae aparejados cambios sociales y económicos que generan muchos problemas relacionados con el uso y la disponibilidad del agua, porque suele pasar que la demanda sea más grande que la cantidad disponible lo que provoca el deterioro de cantidad y de la calidad.

 

Eduardo Domínguez, actual director del IBN, forma parte de la Red de Evaluación y Monitoreo de Ecosistemas Acuáticos (REM.AQUA), red creada por el CONICET y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación (MAyDS). El objetivo es contribuir a la gestión y a la conservación de los distintos tipos de ecosistemas acuáticos de las regiones del país, a partir de cuatro líneas de trabajo: Biomonitores; Calidad del Agua y Niveles Guía; Régimen Hidrológico y Caudal Ambiental; y Servicios Ecosistémicos.

Por María Florencia Bernardo