CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

Malnutrición en épocas estivales

Laura Cordero, investigadora del CONICET NOA Sur, explica cómo repercute la alimentación en el funcionamiento de nuestro cuerpo, especialmente durante las fiestas de fin de año


Se estima que, a nivel global, una de cada cinco muertes es atribuible a una alimentación inadecuada. Estadísticas recientes en Argentina muestran la confluencia de problemas nutricionales relacionados con la alimentación. Es preciso aclarar que la malnutrición puede presentarse como desnutrición, pero también como sobrepeso y obesidad. Dada su expansión en el planeta y su magnitud, la obesidad ha sido declarada una de las pandemias del siglo XXI. De acuerdo con el último relevamiento de la Encuesta de Factores de Riesgo, de 2019, en Argentina uno de cada cuatro adultos vive con obesidad, mientras que el exceso de peso afecta a seis de cada diez personas. Asimismo, en poblaciones infantiles, alrededor de la mitad de niños, niñas y adolescentes argentinos, de entre 5 y 17 años, viven con esta condición. La evidencia sobre malnutrición en Tucumán muestra, a partir de la composición corporal de niños y niñas, la certeza de que aquellos con sobrepeso y obesidad, también presentan exceso de tejido adiposo y valores de perímetro de cintura aumentados. Conocer la distribución de la grasa corporal permite aproximar el riesgo sanitario asociado a la obesidad: está demostrado que la acumulación de grasa en la zona toracoabdominal se asocia con mayor riesgo de enfermedad metabólica y cardiovascular.

Desde una perspectiva de promoción de la salud, la información sobre la composición corporal de los escolares tucumanos es relevante, porque los hallazgos predicen complicaciones típicas de la edad adulta, que están empezando a manifestarse en edades más tempranas, tales como apnea del sueño, alteraciones del metabolismo lipídico, riesgo cardiometabólico, problemas articulares, diabetes tipo 2, entre otras.

“De acuerdo con los estudios realizados en Tucumán, la obesidad se expresa de manera diferente según el índice de calidad de vida del lugar donde se vive, de la pobreza persistente o de si estamos analizando poblaciones de ámbitos urbanos o rurales", explica Laura Cordero, doctora en Ciencias Sociales, especialista en Salud Social y Comunitaria, y licenciada en Nutrición. "Entonces, podemos afirmar que la obesidad y la malnutrición son problemáticas sanitarias que trascienden la escala individual, para implicar condicionantes que se inscriben en el territorio que habitamos”, agrega.

Estos estudios -explica- consisten en tomar mediciones muy específicas, que van desde el peso y la talla (que permiten saber si la persona está con bajo peso, con sobrepeso o con el peso adecuado), hasta la medición de perímetros, circunferencias, longitudes y pliegues corporales, que dan indicios de qué tipo de tejidos conforman nuestro organismo y si se encuentran conservados, incrementados o disminuidos. Además -agrega-, es importante la localización específica de cada tejido, ya que, como se indicó, hay lugares del cuerpo donde la grasa acumulada reviste más perjuicios para la salud.

“Si bien la obesidad es una pandemia, hay cuestiones que tienen que ver con el contexto donde vivimos, que hacen que este exceso de peso se manifieste con ciertas particularidades en los territorios”, comenta Cordero, que es investigadora del Instituto de Investigaciones Territoriales y Tecnológicas para la Producción del Hábitat (INTEPH, CONICET-UNT). Resulta que las configuraciones territoriales y socioculturales condicionan la posibilidad para acceder a una alimentación más o menos saludable. “En la época de las fiestas de fin de año encontramos una amplia disponibilidad de alimentos y productos que no necesariamente responden a nuestros hábitos de alimentación. Es interesante pensar por qué muchas veces consumimos grandes cantidades de comestibles con alta densidad energética, exceso de grasa, de azúcar y poco contenido de agua, en una provincia donde las temperaturas que rondan los 40 grados son habituales”, señala.

Actualmente -destaca también-, en un contexto de des-localización y des-estacionalización de las dietas, la cultura alimentaria local va incorporando tradiciones, costumbres y usos de otras latitudes. No obstante, es importante atender a estos hábitos de alimentación en consideración a las particularidades locales y nuestras necesidades nutricionales. Un ejemplo claro de estos fenómenos es que la época de cosecha de duraznos es en diciembre y enero en nuestro país, sin embargo, se pueden conseguir duraznos enlatados en cualquier momento del año.

“Nuestras fiestas de fin de año suelen transcurrir en largas veladas calurosas, que se prolongan hasta la madrugada, con exceso de comida que, generalmente, no tiene la refrigeración necesaria. Se consumen alimentos que en general no responden a una señalización orgánica de hambre, sino que van de la mano de elaboraciones simbólicas en torno de los alimentos. Es importante analizar estas tensiones entre nuestras reales necesidades de energía y de nutrientes, y los alimentos que consumimos en el marco de estos festejos, para realizar elecciones alimentarias conscientes”, reflexiona.

Por otra parte -agrega-, no sólo es importante lo que comemos sino, cuándo: la evidencia indica que nuestro organismo funciona mejor cuando los patrones alimentarios se alinean con nuestro ritmo circadiano. Entonces, al comer, de noche, muchos alimentos excedidos en azúcar, en grasa y en sodio, generan una sobrecarga al organismo en un momento en el cual este no está preparado para hacer el proceso digestivo, lo que influye en el bienestar general. "Comer durante la noche y en exceso puede repercutir en el aumento de peso y en agravamiento de las alteraciones metabólicas", advierte.

Cuidados indispensables

Otro punto importante es que, cuando nos enfrentamos a muchos calores, debemos pensar en la adecuada conservación de la comida, para evitar enfermedades que puedan ser transmitidas por los alimentos. Los y las niños y niñas son los más propensos a deshidratarse y a manifestar síntomas, como diarreas o vómitos. Por eso, es fundamental guardar bien los alimentos que sobran; evitar el contacto entre crudos y cocidos; mantenerlos bien protegidos en envases o recipientes plásticos o de vidrio, con tapa hermética o bien recubiertos y sellados con papel aluminio.


Por María Florencia Bernardo