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CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
Por la pandemia, a la mitad de los tucumanos le preocupó no poder acceder a los alimentos
Una investigadora del Conicet tucumana y otra de La Plata investigaron los niveles de seguridad alimentaria de Tucumán durante el ASPO.
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Pocos días después que la Organización Mundial de la Salud declaró como pandemia el brote de Covid-19, en Argentina entró en vigencia, como estrategia preventiva, la medida de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO). Dicha medida supuso que las personas permanecieran en sus hogares a fin de prevenir la circulación y, con ello, el contagio. No obstante las limitaciones que el ASPO implicó para desarrollar tareas de campo, desde las ciencias sociales se trabajó abordando diferentes problemáticas, entre ellas, la alimentación y la nutrición.
La doctora Laura Cordero, flamante investigadora y en ese momento becaria posdoctoral en el Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES) del CONICET NOA Sur, y la doctora María Florencia Cesani, Investigadora del CONICET en el Laboratorio de Investigaciones en Ontogenia y Adaptación (LINOA) de la Universidad Nacional de La Plata, analizaron los niveles de seguridad alimentaria en la provincia. Para ello, durante los primeros meses de la pandemia encuestaron a más de 2.800 representantes de hogares del Gran San Miguel de Tucumán (que comprende San Miguel de Tucumán, y municipios y localidades conurbadas de los departamentos Tafí Viejo, Yerba Buena, Cruz Alta y Lules), habitado por casi 800.000 personas. Esta población –destacan- presenta marcadas diferencias en cuanto a niveles de bienestar, calidad de vida y educación.
“Nuestro objetivo fue conocer los niveles de seguridad alimentaria nutricional (SAN) en los hogares del aglomerado del Gran San Miguel de Tucumán durante la pandemia y analizar diferencias en los niveles de inseguridad alimentaria de acuerdo con el tamaño del hogar, la presencia de menores de 18 años, el cumplimiento de las medidas sanitarias y el nivel socioeconómico”, subraya la doctora Cordero, y agrega: “cuando hablamos de SAN nos referimos al acceso físico, social y económico -de manera sostenida- a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer las necesidades nutricionales y las preferencias alimentarias de las personas, que les permitan llevar una vida activa y sana. En la situación de pandemia que vivimos, el acceso a los alimentos se puede ver restringido en mayor o menor medida; por eso nos interesó indagar qué ocurría con la inseguridad alimentaria (IA) en el territorio tucumano”.
En Argentina –explica-, generalmente la SAN se cumple en casi todos sus requisitos, ya que hay suficientes alimentos; estabilidad en la producción, y sustentabilidad y autonomía en relación con el suministro externo. Pero lo que no está garantizado -agrega- es la equidad en el acceso: en los últimos cinco años, según un reporte del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, el porcentaje de hogares que padecen inseguridad alimentaria aumentó un 6,2%; y el 18,6% de los representantes de hogares expresaron haber reducido las porciones de comida y/o haber experimentado situaciones de hambre en los últimos 12 meses, por no contar con suficiente dinero para comprar alimentos.
La IA –explica también Cordero- se produce en diferentes niveles. Las experiencias leves se vinculan con el temor de no tener los recursos para acceder a una alimentación saludable, y en general, en estos casos se hacen ajustes en el gasto en alimentos; la consecuencia es una reducción de la experiencia de bienestar. La IA moderada se trata de la efectiva limitación de recursos, lo que compromete la calidad y variedad de los alimentos. En estos casos se suelen reducir las porciones y es posible que se omitan comidas; la consecuencia es malnutrición (por déficit o por exceso). “Cuando esta situación se sostiene en el tiempo, se puede experimentar hambre, la expresión más extrema de inseguridad alimentaria (severa).
Cordero y Cesani llevaron adelante una ardua tarea empleando medios digitales, y - luego de un meticuloso análisis de datos- concluyeron que durante los primeros meses de la pandemia los niveles más leves de IA se detectaron en la mitad de los hogares del aglomerado del GSMT, y que el temor a pasar hambre fue vivenciado con más fuerza en los hogares más numerosos y de nivel socioeconómico más vulnerable.
Posteriormente, las investigadoras decidieron expandir su trabajo a toda la provincia de Tucumán, cuya marcada fragmentación territorial se manifiesta a través de desigualdades sociales, demográficas, económicas y de salud; esta situación se vio agudizada por el impacto de la pandemia. “Ampliamos la cobertura territorial de nuestra investigación, llegamos a más de 3.900 hogares y pudimos profundizar nuestro análisis. Así identificamos áreas de riesgo y detectamos características de los hogares que inciden en una mayor posibilidad de padecer inseguridad alimentaria", comenta Cesani. A su vez –agrega-, esto permitió comprender mejor el contexto regional del Norte Grande Argentino (NGA), macrorregión integrada por nuestra provincia junto con otras ocho, y donde se concentran las peores condiciones de calidad de vida y los mayores niveles de pobreza del país.
Contando con esta información ampliatoria, y, considerando que el acceso a una alimentación aceptable, suficiente y adecuada depende en gran medida de los ingresos del hogar y del costo de los alimentos, se asevera que el contexto de pandemia comprometió la SAN de muchos hogares de la provincia. Por lo cual, las autoras destacan la importancia de considerar la situación de pandemia de coronavirus sin desatender los problemas socio sanitarios crónicos del territorio local.