CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES

Promueven modelos de producción agroecológicos y sostenibles para mejorar la alimentación en los valles andinos del NOA

Las investigadoras del CONICET NOA Sur Silvia Lomáscolo, Gabriela Núñez Montellano y Laura Cordero proponen prácticas alternativas de producción en el marco de un proyecto que busca garantizar la seguridad alimentaria de comunidades vulnerables de la región.


Promueven modelos de producción agroecológicos y sostenibles para mejorar la alimentación en los valles andinos del NOA.
Promueven modelos de producción agroecológicos y sostenibles para mejorar la alimentación en los valles andinos del NOA.
Promueven modelos de producción agroecológicos y sostenibles para mejorar la alimentación en los valles andinos del NOA.
Promueven modelos de producción agroecológicos y sostenibles para mejorar la alimentación en los valles andinos del NOA.

En el noroeste argentino, la agricultura familiar (AF) emerge como un recurso fundamental en los hogares rurales de los valles andinos, puesto que permite garantizar la seguridad alimentaria: entendida como el acceso permanente a alimentos suficientes, seguros y nutritivos, necesarios para mantener una vida saludable. Este modelo de producción agrícola se basa en la importancia de la gestión familiar, donde la mano de obra y las decisiones productivas recaen principalmente en los integrantes de ese núcleo. Sumado a esto, promueve prácticas sostenibles que respetan el entorno natural, contribuyendo con la economía local y preservando las tradiciones culturales de las comunidades rurales.

En este contexto, un equipo de investigación interdisciplinario e interinstitucional del CONICET NOA Sur, liderado por la investigadora del Instituto de Ecología Regional (IER, CONICET-UNT), Silvia Lomáscolo, y por Sarah-Lan Mathez-Stiefel, especialista de la Universidad de Bern, en Suiza, lleva adelante la iniciativa que tiene como objetivo diagnosticar el potencial de las prácticas agroecológicas para mejorar la alimentación de comunidades vulnerables del NOA, a partir del diseño de políticas públicas tendientes a afianzar la seguridad alimentaria en los valles andinos de la región.

Este proyecto, que lleva por nombre “¿Cómo contribuyen los sistemas agroecológicos locales a la soberanía alimentaria en el noroeste de Argentina?” y en el que participan además otros 15 profesionales de diversas instituciones de ciencia de la región -incluyendo la Universidad Nacional de Tucumán (UNT)-, recibió recientemente un importante subsidio de parte de una organización que brinda apoyo a la investigación científica regulada por el gobierno federal suizo que otorga el financiamiento: la Swiss National Science Foundation (SNSF).

A través del estudio de huertas y granjas familiares, analizarán los Sistemas Alimentarios Agroecológicos Locales (LAFS, por sus siglas en inglés) en cinco sitios de los valles: El Bolsón y Andalhualá en la provincia de Catamarca, así como en Amaicha, Talapazo y El Pichao en la provincia de Tucumán. Esta investigación permitirá entonces abordar no sólo las dimensiones nutricionales, sino también las ecológicas, culturales, socio-sanitarias, económicas y de género en las poblaciones rurales radicadas en estas zonas.

Soberanía alimentaria: un derecho y una necesidad del pueblo

 El concepto sobre el cual se sustenta el mencionado estudio señala que “la soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos, las comunidades y los países a definir sus propias políticas y estrategias alimentarias y agrícolas, garantizando el acceso a alimentos nutritivos, sostenibles y culturalmente apropiados”. Este tipo de sistema prioriza la producción local y sostenible de alimentos, valorando la autonomía de los pequeños agricultores, el respeto por el medioambiente y las tradiciones culturales, disminuyendo la dependencia de mercados globales o grandes corporaciones. Es decir que el objetivo que persigue es que las personas detenten el control sobre su alimentación, protegiendo el acceso a recursos como la tierra, el agua y las semillas.

Pues bien, el equipo conformado por biólogos, nutricionistas, bioquímicos y arqueólogos –entre otras disciplinas que intervienen- sugiere que por medio del sistema de AF es posible lograr la soberanía alimentaria; para ello necesitan determinar –a partir de la combinación de métodos cualitativos y cuantitativos- si su aplicación garantiza que las personas adquieran los nutrientes básicos y esenciales para lograr una alimentación saludable. En ese proceso, es importante además mantener el equilibrio con el ambiente, y saber si el entorno de acción es capaz de proporcionar los servicios ecosistémicos necesarios para lograr el bienestar de las comunidades en el presente y de las generaciones futuras. “La idea es cuantificar la cantidad de nutrientes que aporta la producción de la huerta y las parcelas familiares en relación con la composición de cada familia”, destaca Lomáscolo.

Por otro lado, van a evaluar la sustentabilidad de las prácticas de la AF, el aporte de los servicios ecosistémicos -como la polinización y el control de plagas- así como los posibles efectos negativos o perjudiciales que generan, tales como la herbivoría que puede reducir la productividad de los cultivos, entre otros aspectos que moldean este proyecto. Por si esto fuera poco, van a explorar el uso actual e histórico de plantas y animales domesticados y silvestres, y la contribución de las mujeres a la AF, identificando nuevas actividades productivas con potencial económico y su posible aporte a una mayor equidad de género en las familias productoras.

Un futuro sostenible para las comunidades rurales

 Con esta iniciativa se espera generar conocimiento valioso para el diseño de políticas públicas que pongan en valor y protejan la AF, por un lado, pero también para fortalecer la capacidad de las comunidades rurales en torno a mantener las prácticas agrícolas sostenibles y resilientes. “La agricultura familiar como modelo de producción local tiene el potencial de contribuir significativamente a la soberanía alimentaria, la equidad de género y la protección del ambiente en los valles andinos del NOA, y puede promover sistemas alimentarios más justos, equitativos y sostenibles”, concluye Lomáscolo.

Integrantes del Proyecto:

Silvia Lomáscolo, Gabriela Núñez Montellano, Carolina Monmany, Alberto Galindo y Valentina Irrazabal, especialistas del Instituto de Ecología Regional (IER, CONICET-UNT).

Sarah-Lan Mathez-Stiefel y Maurice Tshopp (Universidad de Bern).

Laura Cordero, especialista del Instituto de Investigaciones Territoriales y Tecnológicas para la Producción del Hábitat (INTEPH, CONICET-UNT).

Luciana Garat, Ana García Salemi y Juan José Jorrat (FAZyV, UNT)

Pablo Schliserman, investigador del Centro Regional de Energía y Ambiente para el Desarrollo Sustentable (CREAS, CONICET-UNCA) junto a su equipo.

María Inés Isla, directora del Instituto de Bioprospección y Fisiología Vegetal (INBIOFIV, CONICET-UNT) junto a su equipo.

Laura Taddei Salinas, del Instituto de Arqueología y Museo (IAM, UNT) y Alejandra Korstanje, investigadora del Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES, CONICET-UNT).