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CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES
¿Puede la Arqueología ayudar a mitigar los efectos del cambio climático?
Verónica Zucarelli, becaria postdoctoral del CONICET NOA Sur, participa de un proyecto que busca las claves en la agricultura de comunidades prehispánicas del NOA.
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La respuesta parece ser sí: las claves para combatir las ráfagas del cambio climático –consecuencia actual de medidas extractivistas y del monocultivo, por ejemplo- quizás puedan hallarse en el manejo que, de la tierra, hicieron determinadas comunidades prehispánicas, y en el conocimiento de las técnicas que emplearon para la preservación del ambiente. Sobre la base de esa hipótesis, Verónica Zucarelli, becaria posdoctoral del Instituto Regional de Estudios Socioculturales (IRES, CONICET-UNCA) participa, en el marco de una beca Humboldt, de un proyecto interdisciplinario que, con colegas de Alemania, busca desentrañar el papel que jugaron los saberes y las costumbres de nuestros antepasados en su relación con el ambiente en el que vivían.
“En las últimas décadas, la arqueología de la agricultura, en nuestro país y en el mundo, está contribuyendo a destacar el rol positivo del impacto de las sociedades humanas en la biodiversidad”, asegura la especialista, y lo ejemplifica con investigaciones que se realizaron en el Amazonas: allí se hallaron extensos poblados prehispánicos, antes desconocidos, y se constató que, durante centenares de años, su ejercicio de la agricultura había enriquecido los suelos y la diversidad de especies vegetales. También en los Andes, las prácticas agrícolas prehispánicas contribuyeron a proteger áreas hoy en estado de fragilidad, como humedales y zonas con escasez hídrica, añade.
"Señales similares se identificaron en ambientes selváticos y boscosos del NOA, a pesar de la dificultad que genera la actual cobertura vegetal. En algunos sectores montañosos, equipos arqueológicos demostraron una intensa intervención de estas poblaciones, lo que da cuenta -según las primeras aproximaciones- de extensos paisajes agrícolas que se remontan al inicio del primer milenio de la Era cristiana", cuenta.
En este contexto y con esas referencias, Zucarelli (gracias una beca Humboldt) busca profundizar estas hipótesis analizando evidencias arqueológicas de la Sierra de El Alto-Ancasti, en Catamarca, y ver si se fortalecen como alternativa para paliar la situación actual de los bosques secos estacionales de América del Sur.
Resignificando el legado prehispánico
En ya más de 10 años de investigación, Zucarelli y el resto del equipo –del IRES, y de otras instituciones nacional y extranjeras- establecieron que la región señalada proporciona un ejemplo notable de adaptación humana a través de diversos biomas ecotonales (es decir, de transición entre dos sistemas ecológicos diferentes y adyacentes): pastizales y bosques montañosos en los que se hallaron centenares de terrazas agrícolas prehispánicas, lo que evidencia el uso de técnicas para manejar tanto la fertilidad del suelo como la erosión. También establecieron que estas comunidades habían desarrollado un sistema agroforestal y de ganadería de camélidos. “Todos estos aspectos tienen mucho que enseñarnos sobre el manejo prehispánico de estos bosques y cómo esto se refleja en su composición hoy; también nos está permitiendo evaluar qué lecciones positivas podemos aprender de la historia agraria en el NOA”, señala, y agrega: “es nuestra esperanza contribuir con la revalorización del legado prehispánico, y ya no como algo detenido en el tiempo, sino como algo que hoy en día está ejerciendo un rol en la preservación de suelos”.
Zucarelli cuenta que su interés en la historia de la agricultura la acompaña desde que cursaba la Licenciatura en Ciencias Antropológicas y el Profesorado en Arqueología. Le fascinaba cómo, a través de diversas estrategias, los seres humanos fueron capaces de modificar los paisajes y producir alimentos en los más variados contextos ambientales, desde selvas hasta desiertos de altura. “Si bien, como un hito, el desarrollo de la agricultura siempre jugó un rol central en los debates científicos, con frecuencia estuvo a la sombra de otros aspectos más vistosos de la manufactura humana, como la arquitectura, las pinturas rupestres, o los objetos considerados bellos y valiosos”, afirma. "Sin embargo –destaca- el paisaje agrícola es el artefacto más extenso jamás creado, y muchas veces pasa desapercibido por las dificultades para detectarlo". Por eso considera positivo estar en el territorio donde se desarrollaron los avances, porque permitió comprender los procesos locales in situ: “podemos desde experimentar las condiciones climáticas a diario y en las distintas estaciones, hasta ir con frecuencia a los sitios arqueológicos y ver cómo las comunidades locales se relacionan con el pasado prehispánico”, explica, y resalta el gran valor de este último aspecto: “la transferencia de las investigaciones científicas a las comunidades locales es crucial”. Y eso no es todo: también buscan aportar a los proyectos de puesta en valor del patrimonio cultural, arqueológico y de turismo sustentable, que en las distintas localidades de estas zonas se está intentando promover.
Historia de una cooperación fructífera
En 2017, cuando hacía el doctorado bajo la dirección del investigador Marcos Quesada en el IRES, Zucarelli obtuvo una beca de investigación del Servicio Académico Alemán (DAAD). Así arrancó, de la mano del investigador alemán Patrick Roberts, una importante articulación con el -por entonces- Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana. Esa estadía inicial en Alemania le posibilitó, por un lado, procesar sedimentos de estructuras agrícolas de distintos sitios de la Sierra de El Alto-Ancasti, y extraer microrrestos vegetales, como fitolitos (porción mineral de una planta, por lo común microscópica),y almidones; y por otro, acceder al uso de equipamiento de punta y a reactivos para estudiar el empleo de suelos, que en nuestro país son costosos o difíciles de obtener.
La relación se consolidó, una vez finalizada esta primera estancia, con un convenio bilateral de cooperación DAAD-CONICET –concretamente, entre el IRES y el Instituto Max Planck. De este vínculo surgió un proyecto interinstitucional que se propone estudiar uno de los tipos de bosques neotropicales más amenazados en la actualidad (los secos estacionales de América del Sur), sus contextos arqueológicos y las formas en que se usó la tierra. En el marco de este proyecto, en 2021, Zucarelli accedió a una segunda beca del DAAD para analizar biomarcadores vegetales de sedimentos, tanto arqueológicos como modernos. del Este de Catamarca. Estos estudios, aún en proceso, ya permitieron avanzar con técnicas experimentales de análisis lipídicos de ceras vegetales. “Los lípidos de las ceras de las plantas registran las condiciones ambientales, y permiten reconstruir la variabilidad del paisaje vegetal con alta resolución taxonómica", explica y agrega que, combinado ciertas técnicas, se puede contribuir a caracterizar cambios climáticos a lo largo de la historia y el uso de las estructuras agrícolas. Esto último va a permitir identificar comunidades vegetales, por ejemplo, o saber acerca del régimen hídrico.
“De esta manera, estamos avanzando en aplicar metodologías y en desarrollar otras que nos permitan, a través del estudio de sedimentos de las estructuras de cultivo, conocer mejor qué se cultivaba y en qué contextos ambientales, y qué posibles dinámicas de manejo del paisaje agroforestal se estaban realizando”, agrega.
La beca Humboldt que obtuvo en 2022, y con la que sigue profundizando estas investigaciones, le permite trabajar en territorio desde el IRES, en permanente contacto y colaboración con el ahora llamado Instituto Max Planck de Geoanthropologia. De esta nueva interacción nació Ancient agro-systems as cultural heritage: Past and present solutions to climate change in arid and semi-arid environments, un proyecto para implementar las técnicas aplicadas que se están usando en el Este de Catamarca también en una zona alto-andina de la provincia de Jujuy. “Se trata de una investigación innovadora en términos metodológicos que proporcionará información de valor histórico y de utilidad para la generación de políticas y prácticas de conservación y manejo sostenible, basadas en el conocimiento de las prácticas tradicionales de producción agrícola y pastoril, y en estrategias implicadas con la preservación y recuperación del paisaje”, explica. “La riqueza del legado prehispánico en nuestro país, y el modo en que las comunidades locales todavía mantienen esas prácticas tradicionales, tiene mucho que aportar y enseñar para enfrentar los desafíos venideros”, agrega, y destaca la importancia del sistema científico nacional: “permite que los estudios cuenten con un corpus de investigación; con recursos humanos locales y con el conocimiento del terreno, haciendo que la cooperación internacional sea más fructífera”.